El SARS – CoV2 es «un desconocido que nos tiene bajo amenaza» (al menos así se presenta a través de varias formas de comunicación) por ende, causa emociones tales como la incertidumbre o el miedo; promotoras de la realidad negativa que todos enfrentamos. Pero, como si ello fuera poco, nuevos agresores se sumaron a los efectos que propician el desarrollo viral. Lo hacen a través de la manipulación de la vida de la ciudadanía en general; son hombres y mujeres que, vinculados al poder de la toma de decisiones determinantes para el resto de la población, «en pro del cuidado de la salud», limitan la libertad de pensamiento y el acceso a medicinas no patentadas, así como también filtran la información que nos llega o divulgan mensajes sin medir las consecuencias. Es decir que promueven el incremento de angustia, insomnio, desajustes del sistema inmune, etc.
Desde algunos periodistas que a través de los medios masivos de comunicación critican el tipo de medicina con la que cada uno quiere enfrentarse al patógeno (cuando no se burlan de ésta y por ende de la capacidad personal), lo mismo que quienes censuran videos informativos en You Tube, Facebook y otras plataformas, hasta los Presidentes de diferentes países pasando nada menos que por los directores de la OMS y los dueños de laboratorios que conforman a la Big Pharma.
En diarios uruguayos y chilenos (por ejemplo) he leído lo malo que es el Dióxido de Cloro para la salud, por ser un desinfectante industrial. Me pregunto cuánto se han informado al respecto antes de comenzar a escribir o hablar ( médicos de diferentes países pudieron quitarles del speech, que se trata de Hipoclorito sódico). Sin embargo, ningún medio de prensa pudo hacer mención a pruebas científicas que demuestren la toxicidad que el desinfectante puede provocar si se toma como el famoso (gracias a la censura) Doctor en Biofísica Andreas Kalcker lo indica; simplemente porque no hay caso alguno registrado en el planeta.
Periodistas de radio de Uruguay (con alto nivel de escuchas) han comparado al que elige ingerir el biocida con los que creen que la tierra es plana. Me pregunto dónde convergen puntualmente ésta elección y esa teoría.
Es de conocimiento público que para enfrentar el elevado nivel de contagio que se produjo en Ecuador, los doctores que integran la AEMEMI ( Asociación Ecuatoriana de Médicos Expertos en Medicina Integrativa) utilizaron y continúan utilizando el Dióxido de Cloro en su forma de CDS, por vía oral o endovenosa con exitoso resultado (según informó su propio presidente, el Dr. Mauricio Quiñonez, quién a su vez afirmó: «Prestigioso Instituto de Estados Unidos certificará el uso de CDS como medicina». «El uso del CDS es un secreto a voces» y yo agrego porque me consta: en Uruguay, Argentina, Chile, España, Ecuador y México.
Cualquier tipo de logro para frenar el avance del COVID-19 que no esté vinculado a la Industria farmacéutica y sea publicado en las redes sociales, sea desde un laboratorio situado en Suiza (Dr. Andreas Kalcker) como desde España ( periodistas) o países de cualquier otro continente ha sido y es censurado por Facebook, You Tube y demás plataformas. Se han transformado en auténticos lacayos del emperador Big Pharma. Como en la época del Imperio Romano, cuando Calígula (el día en que murió una de sus esposas) ordenó matar a cualquier habitante del imperio que se atreviera a reír. Pero, con el pasar de los siglos nos hemos vuelto más civilizados y, no sólo eso, también somos libres, el Capitalismo no nos somete a nada.
Sin embargo, cuando el Presidente Donald Trump (por ejemplo) usó su cuenta de Twitter y expresó que el uso de un desinfectante mezclado con agua podía combatir al virus, nadie se atrevió a salirle al cruce y tampoco se le bloqueó el twitt, aunque la consecuencia haya sido de «varios ciudadanos intoxicados». ¿Acaso se refería al Dióxido de Cloro? La respuesta no se sabe. El señor presidente de los Estados Unidos twittea lo que quiere, de eso nadie duda. Por ejemplo durante los últimos días cercanos al 22 de mayo manifestó estar ingiriendo (como preventivo) Hidroxicloroquina HCQ. Analicemos que tan cierto puede ser su afirmación:
La Cloroquina (CQ) y la Hidroxicloroquina (HCQ) están indicadas desde 1955 para el tratamiento del paludismo (Malaria), Lupus erimatoso y la Artritis reumatoide. Según artículos publicados por varias revistas científicas se concluye que «… cantidades de CQ pueden encontrarse en el plasma, células rojas y orina incluso 5 años después de la última dosis…» Esto confirma lo que algunos médicos sostienen respecto a que con el paso del tiempo ésta droga degenera el tejido de la retina, provocando ceguera. Hay al menos siete ensayos clínicos sobre el efecto de la HCQ en el tratamiento de la COVID-19, uno de ellos realizado en Brasil, que se interrumpió debido a la muerte de más de diez pacientes causada por el fallo cardíaco que ésta droga provocó.
En una publicación de VAM (Vademécum Académico de Medicamentos) se expresan las siguientes contraindicaciones y precauciones: «Contraindicada en caso de hipersensibilidad a la hidroxicloroquina y derivados…, en tratamiento a largo plazo, en niños, en pacientes con deficiencia de glucosa-6-fosfato, psoriasis, porfiria, alcoholismo, disfunción hepática, en embarazo y lactancia. Su administración a largo plazo puede ocasionar retinopatía irreversible, debilidad muscular o desórdenes sanguíneos graves…»
El presidente de Estados Unidos y su equipo de gobierno, se realizan diariamente el test de Coronavirus de Laboratorios Abbott que en menos de 5 minutos revela el resultado. Me pregunto si cualquier ciudadano estadounidense tiene acceso a éste test como a la Hidroxicloroquina o Cloroquina. Dos semanas después de twittear que ingería HCQ, el Sr. Donald Trump dio a conocer que suspendió su ingesta.
El doctor brasileño del Instituto de Química de la Unicamp, Prof. Luiz Carlos Díaz, con fecha de publicación 21/5/20, luego del resultado de más de diez pacientes fallecidos en el estudio del posible uso de la HCQ como tratamiento, expresó: «…La gente no puede creer que existe una cura…» Y no es el único investigador científico que lo afirma, sea como medicación única o combinada con Azitromicina.
Lo cierto es que la comunidad médica lucha contra el virus teniendo poquísimas certezas. Hay científicos como la Prof. Dolores Cahill (Dublín, Irlanda) graduada en genética molecular con varios posgrados (inmunología, fármacos y toxinas, etc.) quien asevera que «…el uso de las mascarillas no es necesario porque estresa el sistema inmunitario…» «…El distanciamiento social es innecesario…» Además recomienda el uso de la Azitrocimina y la Hidroxicloroquina, Zinc, Vitaminas D y C. «…No es necesario que nadie muera de esto…»
En lo expuesto aquí se revela claramente que la comunidad científica se encuentra dividida (todos basándose en sus credenciales, pero pocos en estudios específicos sobre la COVID-19 que cumplan con las tres fases fundamentales que la OMS exige antes de admitir una nueva medicina). Esto no genera stress solo a la ciudadanía en general, también la padecen los doctores y enfermeros que trabajan en las UCI ( Unidad Cuidados Intensivos). Que quienes no están conformes con la dosificación de HCQ tienen que redoblar esfuerzos para tratar a sus pacientes. O los pacientes que no quieren ser tratados con esa droga son plausibles de lo mencionado al inicio del post. Personas con poder político pueden publicar lo que deseen en las redes sociales sin sufrir censura, no así un doctor en Biofísica que asevere con respaldo médico que determinado producto químico puede salvar la vida de los enfermos.
En fin! La censura se ha vuelto moneda corriente en las redes y, el abuso de poder me llevó a recordar los tiempos del Imperio Romano.