¿DÓNDE ESTÁ EL CONSPIRADOR?

La libertad de expresión está contemplada en el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948, así como en el Pacto Internacional de derechos Civiles y Políticos que entró en vigor en 1975.

Hasta hace poco más de un año, éste derecho se reclamaba siempre que alguien tuviera que defender su oposición a determinado tipo de autoridad y/o procedimiento gubernamental o ministerial y, generalmente por asuntos sociopolíticos. En lo que va del 2021 hay cientos de científicos acreditados que han sido bloqueados en diferentes redes sociales, así como los autores de artículos que desacreditan lo publicado por la prensa de cualquier país que comuniquen contenidos considerados por ellos engañosos, respecto a los nuevos modelos de vacunas (sean bien fundamentados o no; esto ya parece no ser relevante). Otros han dejado de ser invitados a participar de programas de radio y televisión. Sólo se permite expresar lo que siga el lineamiento de las directivas gubernamentales. Los medios masivos de comunicación, se limitan exclusivamente a difundir lo que las autoridades gubernamentales señalan como justo y necesario.                                         

La censura no forma parte solo de la historia de la humanidad. El derecho a la libertad de expresión tal y como se lo menciona en el párrafo inicial no ha puesto fin a la «cacería de brujas». La expulsión de las redes como Linkedin o YouTube que son visibles hoy día, nos retrotrae al Siglo XVII (a modo de ejemplo) cuando en 1656 Baruch Spinoza debió exiliarse fuera de Amsterdam, luego de haber sido expulsado de la comunidad judía. El filósofo se tomó el atrevimiento de cuestionar la Torá (libro sagrado) y a Dios, tal y como es concebido por el judaísmo. Cabe destacar que éste hecho no silenció al filósofo que, muy por el contrario, nos dejó un gran legado.                                             Con el advenimiento de las redes sociales los perjuicios son mayores, dado que, sin excepción,  suele verse perjudicado a nivel laboral y/o social todo aquel que manifieste sus dudas serias, respecto a las nuevas medidas sanitarias que rigen en su país de residencia.  Ya no son ciudadanos ejemplares (aunque paguen todos sus impuestos y jamás hayan cometido delito alguno). Actualmente hay una evidente tendencia al Ostracismo.

Tal vez, comparar a un filósofo con un simple pensador sea poco atinado pero; ¿por qué desmerecer la creencia de aquellos que escuchan afirmaciones de científicos altamente calificados, o se informan a través de distintos medios masivos de diferentes países?  Se les califica de conspiradores paranoicos —Conspiranoico— sin más, dado que expresan dudas respecto a la eficacia de las nuevas vacunas (la causa de estos tiempos).                         

Hasta inicios del 2020, se comprendían como respetables todas las interrogantes que le surgen a cualquier persona ante la exigencia de firmar un documento antes de vacunarse o ingerir una droga, en el que se limita la responsabilidad del laboratorio fabricante del compuesto químico, a las leyes del Uruguay exclusivamente (para sus residentes). Actualmente está en proceso incluso la condena (a nivel internacional), dado que por lo pronto no accederá a poder viajar ni bien se pongan en vigencia los nuevos pasaportes sanitarios. Es decir, te comprendemos pero, de aquí no sales.                                                                                                                                      En su tiempo, poco importó a autoridades judías de Holanda qué influencias llevaban a Spinoza (Platón, Aristóteles, Descartes, T. Hobbes, etc.) a expresar su verdad.  Algo más de cuatro siglos después, los mismos que se sienten personas de avanzada respecto a lo que se practicaba en el Siglo XVII, censuran.

Pero no sólo el derecho de expresión está siendo vulnerado. En Suecia quien haya optado por no escuchar un informativo o siquiera ojear un periódico, no se libera de «la invasión». Recibe a través de su correo privado la «invitación» a ser vacunado. Una forma algo más intrusiva que la aplicada en Uruguay, donde aquel periodista o diputado de la República que se muestre contrario a lo «justo y necesario» es silenciado por los medios, cuando no, ridiculizado. En éste país el gobierno ha encontrado a un gran aliado en los medios masivos. Los periodistas parecen empleados del Ministerio de Salud Pública (cuando difunden los beneficios y minimizan los efectos secundarios de las vacunas), por lo menos aquellos que se visibilizan en diarios y los que se escuchan por radio y televisión. Hasta los primeros días de mayo del 2021, no se ha difundido a través de esos medios la relevancia de la Vitamina D3 (más que en un par de artículos), del ejercicio físico, de la alimentación, de la oxigenación, de la relevancia de los receptores CB1 y CB2 del sistema endocannabinoide, etc. No se ha dado luz a la relevancia que tiene la obesidad para afrontar ésta pandemia (las toxinas del organismo se alojan en la grasa). Nada que instruya al lector para otorgarle seguridad de que puede fortalecer su sistema inmune y, así sobrellevar la enfermedad tranquilo.  En cambio sí se difunde mucho miedo (nuevo estilo de la prensa a nivel mundial), que provoca la baja de defensas. En Israel en cambio, son los líderes religiosos (entre otros) los que persuaden a sus fieles a que se vacunen (palabras del Dr. Amit Gutkind (responsable del Programa de Inmunización contra la COVID-19 en el hospital israelí Shibatel Hashomer, durante su visita a Uruguay).

¿Es necesario que nuestro guía religioso nos persuada? Si las vacunas fueran convincentes por sí mismas; no se descubrirían efectos inesperados recién sobre la fase de vacunación, lo que (entre otras cosas) les evitaría el trabajo de persuadir. Estamos en pandemia, sí  pero, si las vacunas son tan efectivas ¿por qué debemos firmar un documento que no nos permite hacer juicio al laboratorio proveedor fuera de Uruguay? ¿Por qué desde que se comenzaron las campañas de vacunación masivas anti Covid-19, vemos a nivel mundial noticias sobre los graves efectos secundarios? Sin mencionar el fallecimiento causado por estas que ha sido tomado como «efecto secundario» cuando no lo es, esas vacunas acabaron con la vida de los vacunados (todas ellas minimizadas por las autoridades competentes, alegando que los fallecidos son una pequeñísima cantidad).                                                      ¿Qué diferencia hay entre persuadir y convencer? La diferencia parece ser muy sutil. El mero acto de pretender convencer a otra persona comienza desde la manipulación, sea con hechos o con palabras, presentando los argumentos que sea (válidos o no, dado que la verdad es subjetiva) es vencer al otro. Es no respetar su diferencia de criterio. El persuadir busca poner alertas ante quien debe (según el persuasivo) ser convencido de cambiar su enfoque, su pensamiento.  Entonces,¿ quiénes son los conspiradores? ¿Y los paranoicos?

6 comentarios en “¿DÓNDE ESTÁ EL CONSPIRADOR?

  1. Diego Velázquez

    Muy buen posteo, es necesario que más periodistas tomen posturas así con pensamiento crítico y compartan a las masas, ya que las mismas están siendo bombardeadas con desinformación que están muy lejos de cuidar su salud.
    Gracias Antonieta por tu aporte!
    Saludos.

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    1. Gracias por tu comentario Diego. Creo que también tu rol social en estos momentos y, desde una postura antagónica a la de la mayoría de aquellos que elaboran medicinas, es fundamental. La unión hace a la fuerza. Permanezcamos así y tal vez…podamos hablar algún día sobre estos tiempo como parte de la historia. Abrazo!

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