EL BULLYING EN EL URUGUAY ES UN MAL ENDÉMICO

Entrevista al Licenciado en Psicología Diego Durán. Psicoterapeuta junguiano.

Agresor, víctima, y observadores son los tres componentes que se necesitan para que se desarrolle el bullying. El primero necesita sentir que tiene poder, la víctima es sometida y el grupo de estudiantes que rodea este tipo de vínculo, tiene motivos para permitir que esta situación se desarrolle o no. En Uruguay es urgente la creación de una ley que lo penalice. El silencio es una actitud muy arraigada entre nosotros y propicia la violencia estudiantil.

¿Qué es el bullying?

Es el acoso estudiantil que se refiere a cualquier tipo de maltrato; físico, verbal, o psicológico, sostenido en el tiempo y producido entre los educandos. Para que exista bullying debe haber un desequilibrio de poder. El agresor puede intimidar a un compañero mediante el uso de la fuerza física, el acceso a información desagradable o haciendo uso de la popularidad. Aparte del hostigador y la víctima existe un grupo de observadores que     permite que el bullying ocurra.

¿Es igual la violencia estudiantil en Uruguay que en otros países?

No. En Uruguay, el 38,2% de los adolescentes de segundo y tercero de ciclo básico aseguran haber sufrido algún tipo de hostigamiento. Uruguay ocupa el cuarto lugar en prevalencia de bullying en Latinoamérica después de Argentina, Perú y Costa Rica. Para nosotros (uruguayos) el bullying no es una epidemia, va más allá, es un problema endémico que está dentro de nuestra cultura. Vivimos en un país en el cual el silencio forma parte de una tradición muy arraigada.

¿Cuáles son los rasgos de la personalidad de los estudiantes hostiles?

Las personas que hostigan necesitan sentir que tienen poder, que son capaces de controlar a otros, precisamente porque en su mundo interno se sienten vulnerados. Atrás de un niño o adulto agresor existe una historia de abuso o de privación afectiva que los hace proclives a involucrarse en episodios violentos. El hostigador manifiesta mediante la violencia una incapacidad para poner en palabras su sufrimiento. De esta manera el malestar que no puede expresar verbalmente lo actúa compulsivamente, desvalorizando y objetivando a la víctima.

¿Existe algún tipo de característica inconsciente en la personalidad de la víctima de bullying?

Al contrario de lo que ocurre con el hostigador, la víctima tiene una fuerte dificultad para expresar su agresividad. Tengamos en cuenta que la agresividad no siempre es negativa, la agresividad bien canalizada nos permite enfrentar situaciones difíciles. La falta de agresividad sana en el hostigador lo recluye y no le permite poner en marcha los mecanismos necesarios para salir de esta situación. El miedo y su excesiva conciencia de vulnerabilidad lo aísla, convirtiéndolo en víctima natural para potenciales hostigadores.

¿Qué es lo que hace que un grupo de estudiantes acepten a un compañero hostigador, y por ende ellos se transformen en cómplices?

Los grupos necesitan depositar las diferencias en alguien, no sólo para fomentar su sentido de identidad, sino también para tener un obstáculo frente al cual medir su sistema de valores y probar su fortaleza. Por este motivo, cualquier persona que muestre cierto grado de excentricismo (por su procedencia, orientación sexual, características de personalidad) puede sufrir la agresión de un grupo. Se trata de un chivo expiatorio, sobre el cual se depositan las características y sentimientos que el grupo no quiere reconocer en sí mismo. Esta dinámica no es distinta a los fenómenos de exclusión de minorías social que todos conocemos. En el caso del bullying, también ocurre que el grupo de pares instiga o se abstiene de intervenir cuando ocurre un episodio de violencia por miedo a convertirse ellos mismos en víctimas.

¿Por qué siempre surge el sentimiento de culpa en la víctima?

La víctima se responsabiliza de haber hecho algo mal, y de no ser capaz de poner fin a la situación. El proceso de agresión sistemática deteriora hasta tal grado la autoestima del agredido que comienza a responsabilizarse de lo que le ha ocurrido, comienza a preguntar- se “¿qué he hecho yo para que me agredan?”.

La culpa se produce frente a su dificultad para poner fin al conflicto.

¿El ser humano cuenta con algún mecanismo inconsciente que le permita sobreponerse al padecimiento de vivencias traumáticas?

Sí. La resiliencia que es la capacidad que tenemos todas las personas para adaptarnos a situaciones adversas y sobreponernos a ellas. En el caso del estudiante que sufre bullying, resulta fundamental que sea capaz de tomar contacto con ésta capacidad precisamente porque tiene una consciencia de vulnerabilidad excesiva y por ende su capacidad para sobreponerse a la agresión se ve afectada.

¿Qué actitud es recomendable que los profesores tomen, cuando saben que están ante un grupo en el que existe este problema?

Es importante que quienes ejercen la docencia estén interiorizados sobre este problema y sean capaces de detectar, involucrarse y trabajar con todo el grupo. Cuando el bullying ocurre, los profesores y todos los funcionarios que trabajamos con estos alumnos también formamos parte del problema. Es fundamental generar instancias de diálogo con el grupo y establecer canales claros de comunicación que permitan que los observadores puedan denunciar oportunamente este tipo de situaciones de forma segura.Es importante erradicar la idea de que la clase debe continuar pesa al bullying, muy por el contrario, estos episodios dan lugar a un aprendizaje probablemente más importante que el contenido curricular, ya que dan la oportunidad al grupo de aprender a funcionar democráticamente.

¿Qué puede hacer el grupo familiar para ayudar a la víctima a sobreponerse?

Es muy importante que la familia esté al tanto de que esto sucede en los institutos de enseñanza y consecuentemente atenta. Observar si sus niños o adolescentes llegan a casa con daños físicos, si ellos mismo comienzan a autoagredirse (sea física o verbalmente), si tienden a aislarse, si aparecen problemas para dormir, tienen cambios notorios en su conducta, etc. Es de vital importancia que abran las puertas al diálogo para que la víctima se anime a hablar, porque muchas veces las víctimas tiene miedo a la búsqueda de “soluciones” que puedan agravar la situación.

La idea de cambiar de instituto, sin bien puede ser tentadora, difícilmente resuelva el problema porque el drama interno sigue ocurriendo dentro de la persona agredida, por lo tanto, es muy factible que la situación vuelva a producirse en otro contexto.

¿Cómo cree usted que debería encarar este tema un estudiante universitario?

Dando parte a las autoridades pertinentes, solicitar ayuda. El estudiante universitario tiene mayores recursos cognitivos y mayor facilidad que los estudiantes de grados menores para poner en palabras su situación. Cuando esto ocurre, el estudiante puede buscar aliados dentro o fuera del grupo para dar a conocer lo que está pasando.Mi sugerencia es que hable con algún profesor, el decano, el rector, al MEC, abogado, etc. En Uruguay no es fácil, porque si abandona la Universidad, ¿a dónde va? Es importante que ponga por delante su objetivo de culminar la carrera o el posgrado.

¿Cuánto puede llegar a influir el peso de una ley anti bullying en la psique de una víctima y en la del victimario?

Creo que es imperioso que exista un marco ético y legal que prevea estos casos. Es elemental asegurarle a la víctima y familiares que este tipo de violencia va a ser sancionada. Sin embargo no alcanza con la penalización de la conducta para frenar el bullying porque se trata de un fenómeno social que va más allá de la diada víctima-acosador. Actualmente existe un proyecto de ley en Uruguay basado en un exitoso programa finlandés llamado Kiva, que conociste en talleres, juegos grupales y trabajo con las familias de los alumnos. Kiva se diferencia de otros programas anti-bullying al involucrar a los observadores, dando al grupo un espacio seguro para denunciar de forma anónima por medio de buzoneras episodios de violencia, apoyar a la víctima y afirmar grupalmente que no están dispuestos aceptar el abuso.

Quien hoy es hostigador, ¿es también pasible de ser víctima a futuro?

Sí, porque son dos caras de la misma moneda. En el sentido de que cuando existe una historia de violencia, o de privación afectiva, existe la posibilidad de desarrollar cualquiera de los dos tipos de conducta.

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